Por: Manuel Guerra
En los últimos meses el debate sobre la izquierda, su
naturaleza, actualidad, retos y perspectivas, viene cobrando fuerza. A las
reflexiones contenidas en el libro Apogeo y crisis de la izquierda
peruana, editado por Alberto Adrianzén, se suman un conjunto de
ensayos y artículos periodísticos que abordan estos temas. Reconociendo puntos
comunes en la diversidad de análisis planteados, podemos agruparlos en tres
corrientes principales, que vale la pena mencionar:
Nihilismo
Una primera corriente se expresa como portadora de una visión nihilista, según la cual la izquierda peruana no tiene futuro alguno. Quien sustenta mejor que nadie esta corriente es el periodista César Hildebrandt en varios de sus artículos, en especial en el aparece con el título Nos han dejado solos, publicado el pasado 27 de abril en el semanario que dirige.
Una primera corriente se expresa como portadora de una visión nihilista, según la cual la izquierda peruana no tiene futuro alguno. Quien sustenta mejor que nadie esta corriente es el periodista César Hildebrandt en varios de sus artículos, en especial en el aparece con el título Nos han dejado solos, publicado el pasado 27 de abril en el semanario que dirige.
Hildebrandt ejerce un periodismo independiente,
consecuente con sus puntos de vista y brillante en muchos aspectos. Nadie puede
reprocharle que en su amplia trayectoria se haya doblegado frente al poder
establecido, por lo que su presencia siempre resultó incómoda en los grandes
medios de comunicación y, como consecuencia de ello, fue expectorado varias
veces de los canales de televisión. Ese mismo coraje lo demostró al enfrentarse
a la mafia fujimorista a sabiendas que los matarifes del régimen lo tenían en
la mira. Esta postura crítica e independiente, que ejerce con agudeza y verbo
inflamado, lo ha convertido en un referente de la opinión pública, y en muchas
ocasiones lo ha ubicado en las mismas trincheras de lucha que el progresismo y
la izquierda.
Tal vez por ello es que sus artículos mencionados hayan
desconcertado, desilusionado o incomodado a muchos izquierdistas, algunos de los
cuales lo consideraban incluso como uno de los suyos, olvidando que el propio
Hildebrandt se ha encargado en reiteradas oportunidades de marcar distancias de
lo que representa la izquierda, o mejor dicho: de las izquierdas que accionan
en el Perú. Porque Hildebrandt es un gran crítico, un crítico mordaz, pero como
todo nihilista, no trasciende la crítica, por muy implacable que ella sea.
Critica pero no propone, critica desde el escepticismo y el pesimismo. Su
nihilismo lo lleva a concluir que todo está podrido, descompuesto, tumefacto.
Todo menos él. Pues su nihilismo no hace sino robustecer su enorme egocentrismo
que él alimenta con verdadera devoción. Hildebrandt critica por igual al
capitalismo y al socialismo, pero al no vislumbrar salida al sistema en el que
vive, termina por validarlo, aunque reniegue. La conclusión a la que llega en
su citado artículo es sorprendente por su vaguedad, distinta al detalle
acucioso cuando valora a la izquierda: “De las ruinas del siglo XX saldrán los
nuevos indignados. Porque el malestar también puede producir sabiduría”. Pero
la sabiduría producto del enorme malestar de Hildebrandt no nos aclara adónde
irán esos indignados, pues el socialismo es un camino negado. ¿Es que el
movimiento espontáneo por sí mismo, sin la acción consciente de las
organizaciones de izquierda, puede acabar con la irracionalidad del
capitalismo? ¿Se trata acaso de perfeccionar, humanizar, hacer más
potable al capitalismo? ¿O es que Hildebrandt ha imaginado un tercer sistema,
ni capitalista, ni socialista?
Estos temas de fondo Hildebrandt prefiere omitirlo. Sólo
se centra en criticar a la izquierda, a exigirle un autoflagelamiento redentor,
en especial a aquella que se identifica con el socialismo. No obstante esta
crítica, válida en muchos aspectos, se torna destructiva cuando es usada para
decretar la muerte de la izquierda, pierde seriedad si se queda en el epíteto
rayano en el insulto, pierde objetividad si para reforzar sus argumentos
recurre a los manidos recursos usados por la ultraderecha, el senderismo y los
servicios de inteligencia para descalificar a un partido como el nuestro.
Es sabido que en situaciones de dificultades y de crisis
en ciertos sectores cunde el desaliento, y el nihilismo encuentra terreno
propicio para extenderse. Pero desde posturas nihilistas jamás se podrá
construir un gran proyecto histórico, y aquí vale citar la frase del Amauta,
que en este caso cobra enorme validez: “… Las masas quieren fe. Y por eso, su
alma rechaza la voz corrosiva, disolvente y pesimista de los que niegan y de
los que dudan, y busca la voz optimista, cordial, juvenil y fecunda de los que
afirman y de los que creen”.
Reformismo
Una segunda corriente está alimentada por aquellos sectores que asumen su identidad de izquierda, defienden el espacio de la izquierda, creen en la recuperación de la izquierda y trabajan por mejorar su desempeño político. Pero recusan al socialismo como una opción válida, en consecuencia predican que la única izquierda que debe tener carta de ciudadanía en el Perú es la izquierda reformista, que se desarrolla dentro de los marcos del capitalismo con el objetivo de plasmar las tareas democráticas y nacionales. Sinesio López es uno de los exponentes de esta izquierda, tal vez el que mejor se esfuerza en estos momentos de darle sustento teórico a esta opción. Sinesio López raya la cancha para identificar a los sectores de la izquierda peruana: por un lado la izquierda insurreccional, donde ubica a Sendero Luminoso y el MRTA; por el otro los que se alinean en una apuesta democrática. ¿En qué consiste esta apuesta democrática? Ni más ni menos en un programa de reformas a corto, mediano y largo plazo, que Sinesio López se encarga de detallar en su artículo del 8 de mayo (La República) titulado Los desafíos políticos de la izquierda: "se trata en última instancia de asumir el programa de la Gran Transformación abandonado por Ollanta Humala". Nada más.
Una segunda corriente está alimentada por aquellos sectores que asumen su identidad de izquierda, defienden el espacio de la izquierda, creen en la recuperación de la izquierda y trabajan por mejorar su desempeño político. Pero recusan al socialismo como una opción válida, en consecuencia predican que la única izquierda que debe tener carta de ciudadanía en el Perú es la izquierda reformista, que se desarrolla dentro de los marcos del capitalismo con el objetivo de plasmar las tareas democráticas y nacionales. Sinesio López es uno de los exponentes de esta izquierda, tal vez el que mejor se esfuerza en estos momentos de darle sustento teórico a esta opción. Sinesio López raya la cancha para identificar a los sectores de la izquierda peruana: por un lado la izquierda insurreccional, donde ubica a Sendero Luminoso y el MRTA; por el otro los que se alinean en una apuesta democrática. ¿En qué consiste esta apuesta democrática? Ni más ni menos en un programa de reformas a corto, mediano y largo plazo, que Sinesio López se encarga de detallar en su artículo del 8 de mayo (La República) titulado Los desafíos políticos de la izquierda: "se trata en última instancia de asumir el programa de la Gran Transformación abandonado por Ollanta Humala". Nada más.
Nada dice Sinesio López de trascender al sistema
capitalista, nada del camino que debe conducir al socialismo. Resulta que él,
como muchos otros, han cedido a la presión ideológica y política de la derecha
que utiliza la carta de Sendero Luminoso como mecanismo de chantaje: todo lo
que no sea capitalismo no es democrático, la única democracia verdadera es la
democracia liberal burguesa y quien afirma lo contrario se ubica en las filas
de los retrógrados, los dinosaurios, los autoritarios, o, lo que es peor, en el
ámbito del violentismo y terrorismo senderista.
Por ello resulta una argucia tramposa la dicotomía que
hace Sinesio López para clasificar a la izquierda, pues en ella no caben los
sectores identificados plenamente con el socialismo. Si para Hildebrandt toda
la izquierda está muerta, para Sinesio López la izquierda socialista
simplemente no existe, está desaparecida y no vale la pena ni siquiera
mencionarla.
Socialismo
No obstante, a contrapelo de todo ello, la izquierda socialista tiene un lugar, un pasado, un presente y un futuro en la historia peruana. Ya en su tiempo Mariátegui recusó al reformismo primaveral hayista, cuyo programa se limitaba a la realización de las tareas nacionales y democráticas, y optó sin ambages por el socialismo, hecho que muchos tratan de enterrar cuando se refieren al Amauta. La expansión de las ideas socialistas tiene en el presente un terreno favorable, cuando la irracionalidad capitalista está conduciendo al planeta a una catástrofe sin parangón en la historia de la humanidad. Socialismo o barbarie, tal es el reto del presente, insuficiente de resolver desde el limitado reformismo.
No obstante, a contrapelo de todo ello, la izquierda socialista tiene un lugar, un pasado, un presente y un futuro en la historia peruana. Ya en su tiempo Mariátegui recusó al reformismo primaveral hayista, cuyo programa se limitaba a la realización de las tareas nacionales y democráticas, y optó sin ambages por el socialismo, hecho que muchos tratan de enterrar cuando se refieren al Amauta. La expansión de las ideas socialistas tiene en el presente un terreno favorable, cuando la irracionalidad capitalista está conduciendo al planeta a una catástrofe sin parangón en la historia de la humanidad. Socialismo o barbarie, tal es el reto del presente, insuficiente de resolver desde el limitado reformismo.
El trauma del fracaso de Izquierda Unida sigue corroyendo
el espíritu de mucha gente en los predios de la izquierda. Para algunos el
problema de la izquierda es que en su momento no deslindó con suficiente fuerza
con Sendero Luminoso. No les falta razón. Pero el error o la limitación
estratégica consistió en que junto a la insuficiente condena a Sendero,
asimismo la izquierda se mostró insuficiente para resistir y derrotar a la
presión de la derecha. La derecha obtuvo así una victoria de largas
consecuencias: convenció que la izquierda era igual al senderismo, que
Mariátegui era lo mismo que el pensamiento Gonzalo, que revolución era sinónimo
de terrorismo, que socialismo era dictadura, totalitarismo, antidemocracia. La
ofensiva neoliberal que vino luego encontró no solo a la izquierda fraccionada,
sino lo que es más grave, desarmada ideológicamente para oponerle resistencia.
Ello explica, entre otras cosas la concesión que hace Sinesio López al otorgar
a Sendero y el MRTA el carácter de fuerzas insurreccionales, pues para él insurrección
y terrorismo son la misma cosa.
Evidentemente la izquierda peruana debe sacar lecciones
de su experiencia. Es obligatorio que asuma una renovación profunda, la misma
que pasa por asimilar una nueva cultura política cuyo sustento es la amplitud
de miras, la mentalidad estratégica, el compromiso con los retos históricos del
Perú y su población, la asunción de la política que predicó y practicó el
Amauta: como una gran obra de realización humana. No existe otro modo de
superar las taras del sectarismo, los métodos manipulatorios reñidos con la
democracia, el burocratismo que anquilosa, el mal entendimiento de la lucha por
la hegemonía que conduce a las estériles disputas por los cargos, minucias con
qué satisfacer intereses personales o de grupo, todo lo cual a fin de cuentas
no es más que la asimilación práctica de la politiquería decadente que dimana
de una derecha históricamente agotada.
La renovación de la izquierda pasa además por una
renovación generacional, por darle protagonismo a la mujer, por incorporar a
las etnias, a los intelectuales, pequeños y medianos empresarios, a todos
aquellos sectores que constituyen la diversidad que somos, unidos por un
programa, que en estos momentos, efectivamente, es una propuesta de reformas.
En este sentido el paso de una izquierda marcada por el oposicionismo a una
izquierda con capacidad de gobierno resulta indispensable y su desempeño en los
ámbitos de gobierno debe ser cualitativamente distinta a la del pasado.
Pero para quienes no hemos arriado las banderas del
socialismo, la indispensable y consecuente lucha por reformas no agota el
alcance de nuestros propósitos. Asumimos la lucha por reformas como parte del
camino al socialismo, estamos convencidos que solo el socialismo es la
respuesta integral a la debacle del capitalismo, pues coloca al ser humano en
armonía con su medio ambiente en el centro de sus preocupaciones, y por eso
mismo afirmamos que la democracia socialista es superior a la democracia
burguesa basada en el poder del dinero. En consecuencia tampoco nos inhibe
asumir nuestra condición de revolucionarios, no obstante que la palabra
revolución se ha convertido en tabú prohibido para las mentes domesticadas por
el capitalismo.