CON GRAN ÉXITO SE INICIA LA GRAN JORNADA PEDAGÓGICA
NUESTRO AGRADECIMIENTO A LA COMPAÑERA LUISA MOREYRA CERÓN POR SU GRAN PARTICIPACIÓN EN EL EVENTO EN CALIDAD DE ESPECIALISTA Y CAPACITADORA
LOS JUEVES PEDAGÓGICOS CONTINÚA TODO EL AÑO
A PARTIR DE LAS 3:00 P.M. EN JR. CAMANA 550-LIMA, AL FINAL SE ENTREGARÁ UN CERTIFICADO POR 200 HORAS PEDAGÓGICAS
La educación ha de adaptarse a los cambios sin dejar de trasmitir el
saber adquirido, los principios y los frutos de la experiencia y formar al
hombre necesario para enfrentar los nuevos desafíos. Para ello es preciso que
se proyecte hacia ideales de paz, libertad y justicia social, en una palabra: debe
favorecer el desarrollo humano.
El concepto de maestro es muy amplio y enaltecedor. En un sentido amplio es el que sabe de forma
magistral sobre una rama del saber, el que más sabe y conoce los secretos de
esa rama. En el sentido estrecho, es
aquel que se dedica a la educación y a la enseñanza de manera profesional para
lo cual domina habilidades, conocimientos
hábitos y valores que forma en los alumnos.
Para ello, no puede tener métodos
artesanales y rudimentarios, sino ser capaz de orientarse independientemente
como un intelectual de cambio que toma partido ante los problemas y es
capaz de hallar soluciones desde la ciencia y desde la ideología.
De ahí la necesidad de su alto nivel profesional y compromiso social y
político.
En el Informe de la Comisión Internacional sobre la Educación para el
siglo XXI presidida por J. Delors, se
plantean, concretamente, las exigencias
que el siglo XXI demanda a la educación: por un lado la revolución de la
información y por otro, no dejarse sumergir en ella de forma acrítica
conservando el rumbo en proyectos de desarrollo individuales y colectivos
(Delors, 1996)
Así se define que la verdadera educación para el siglo XXI no sólo debe
proporcionar la reserva de conocimientos necesarios al individuo, sino la forma
de lograrlos sin límites para toda la vida.
De ahí los llamados cuatro pilares básicos de la educación para el siglo
XXI o “aprenderes” fundamentales:
Aprender a conocer ® Para adquirir los instrumentos de
comprensión
Aprender a hacer ® Para poder influir en el entorno
Aprender a vivir juntos ® Para poder cooperar
y participar
Aprender a ser ® Síntesis creadora
En la realidad, predomina el primero de los
saberes. ¿Cómo lograr el resto? ¿Qué debe hacer el maestro para lograrlo para
toda la vida?
A nuestro modo de ver, lo logra a partir de su actividad creadora.
Consideramos que la actividad pedagógica profesional en esencia es creadora,
como lo definió José Martí.
El aprender
a ser como síntesis lo revela ya que, a nuestro modo de ver, expresa la
máxima potencialidad humana de cada persona, que por sí misma puede y debe
descubrir, despertar e incrementar sus posibilidades.
Cada uno de estos llamados pilares de la educación hacia el siglo XXI
plantea nuevos desafíos a la labor del maestro.
Cuando se habla de aprender a
conocer, para adquirir los instrumentos de comprensión se debe tender al logro del dominio de los
instrumentos del saber como medio y fin de la vida. Como medio para aprender a
comprender el mundo con vistas a vivir con dignidad y desarrollar capacidades
profesionales y como fin para disfrutar el placer de comprender, de descubrir.
Para lograrlo, ¿cuál sería el papel del maestro?: despertar
la curiosidad intelectual, estimular el sentido crítico, propiciar vías
para descifrar la realidad, favorecer la autonomía del juicio. En una palabra, proporcionar a los alumnos,
los instrumentos, conceptos y modos de referencia resultantes del progreso
científico. Aprender a conocer implica aprender a aprender, desde la infancia y
para toda la vida. Aprender a conocer supone, además, el ejercicio de la
atención, de la memoria y del pensamiento mediante formas diferentes que
diversifican la actividad pedagógica profesional del maestro. No hay que
engañarse y pensar que la memoria no hace falta ante las nuevas tecnologías y
ante la necesidad del desarrollo de la creatividad en el nuevo milenio. Hay que
entrenarla y de igual forma el pensamiento, articulando lo abstracto y lo
concreto y recordando que la lógica es la ciencia del pensamiento y que en la
unidad de lo formal y lo dialéctico está la clave de un buen aprendizaje.
Cuando se habla de aprender a hacer para poder influir en el entorno hay que
entenderlo indisolublemente ligado al anterior puesto que para hacer algo hay
que conocer. ¿Cómo enseñar al alumno a poner en práctica sus conocimientos?
¿cómo vincularlo con la vida desde las edades más tempranas? ¿cómo aprovechar
las ventajas de las nuevas tecnologías? ¿cómo no divorciarlo de los valores
humanos universales que deben caracterizar al individuo?
El progreso científico técnico modifica fundamentalmente el carácter del
vínculo teoría práctica. La máquina no
sustituye al hombre; sin él, ella no existiría ni se avanzaría todo lo
necesario. La competencia en la
actualidad y en el próximo siglo adquiere otros ribetes. La formación del individuo técnica y
profesionalmente no se puede divorciar de su comportamiento social, ni de sus
aptitudes para trabajar en equipo, ni de su capacidad de iniciativa y de asumir
riesgos, pues es el principal agente de cambio.
La interacción entre los individuos debe cuidarse en el proceso de alta
tecnificación, pues puede perderse la propia esencialidad humana. Una máquina
no puede intuir, no puede crear un espíritu de equipo, una máquina no puede
sentir, ni se solidariza, no asume posiciones éticas.
Es claro que en todos los estudios realizados, se plantea que el futuro
se vincula a la adquisición de la cultura científica que permita acceder a las
modernas tecnologías, pero no se puede descuidar el desarrollo de las
capacidades creadoras y de innovación ni permitir una subordinación absoluta a
las ventajas de la tecnología que subsuman al ser humano en una incertidumbre o
callejón sin salida. Hay que aprender a hacer para poder crear el
futuro. En ello, la práctica es la
piedra angular. ¿cuál sería en este caso el papel del maestro?: Establecer
adecuadamente la vinculación de la teoría con la práctica sobre todo a partir
de los métodos que emplee en el proceso docente educativo, desarrollar las
habilidades de los estudiantes encaminando su labor creadora y perfeccionar
infinitamente su capacidad profesional.
En el caso de aprender a vivir
juntos, aprender a vivir con los demás, para poder cooperar y participar se
presenta el problema de cómo ayudar a favorecer la paz, a solucionar los
conflictos y fomentar el intercambio cultural, además de combatir la violencia.
En este caso la educación, en la persona del maestro debe lograr
“enseñar la diversidad” de la especie
humana y contribuir a una toma de conciencia de las semejanzas y de la interdependencia
entre todos los seres humanos. Desde las más tempranas edades, en la escuela
hay que aprovechar esas circunstancias.
Se debe fomentar el sentimiento de empatía, hay que descubrir al otro a
partir del conocimiento de uno mismo, hay que lograr armonía con la familia y
la comunidad en el trabajo de la escuela. ¿Cuál sería en este caso el papel del
maestro?: Su forma de enseñar debe tener
esto en cuenta y en su interrelación subjetiva, con otros compañeros, con los
padres y con los alumnos, se debe propiciar el espíritu crítico ante lo mal
hecho, despertar la curiosidad, aceptar la alteridad y hacer frente a las
tensiones inevitables entre los seres humanos con un espíritu altruista
mediante el diálogo, el intercambio de argumentos sin abandonar los principios
que al ser los de la solidaridad son los más justos.
Esto promueve la cooperación, la formación de una personalidad superior,
la que requiere el nuevo siglo de manera de lograr la síntesis: aprender a ser.
Esto implica el logro de la
integralidad del ser humano. La
educación debe contribuir a ello, al desarrollo de cada persona, de su cuerpo y
mente, inteligencia, sensibilidad, sentido estético, responsabilidad
individual, espiritualidad. Cada persona
debe ser íntegramente capaz de tener un pensamiento autónomo y crítico, de elaborar un juicio propio, de
determinar por sí mismo qué hacer ante cada disyuntiva con una orientación
valorativa correcta, hacia el progreso.
El desarrollo de las nuevas tecnologías de comunicación e información,
su poder, puede llevar a un proceso de deshumanización que es preciso prevenir. En el siglo nuevo que entra, el peligro se
hace mayor, por eso hay que preparar a los niños y jóvenes para que tengan
puntos de referencia permanentes que les permitan comprender el mundo que les
rodea y participar en él de forma responsable y justa.
¿Cuál debe ser el papel del maestro?:
Promover la libertad en el pensamiento a partir de firmes convicciones, lograr
sentimientos que orienten al individuo para defender su naturaleza humana y a
favor del progreso social, no de su autodestrucción. Todo ello a partir de la unidad de lo
diverso, de favorecer la creatividad sobre la base de su identidad y de sus
recursos.
Es preciso desarrollar al máximo las potencialidades del individuo para
ayudar al desarrollo del nuevo siglo. “El desarrollo tiene por objetivo el
despliegue completo del hombre en toda su riqueza y en la complejidad de sus
expresiones y de sus compromisos; individuo, miembro de una familia y de una
colectividad, ciudadano y productor, inventor de técnicas y creador de sueños”
(UNESCO 1972).
El trabajo del maestro para ello debe ser a la vez, individual y
colectivo para que florezca mejor la personalidad. La actividad profesional del maestro debe
lograr en los jóvenes, sólidos conocimientos científicos y técnicos en
correspondencia con el desarrollo social, con hábitos y convicciones que los
hagan dignos de la época que les tocó vivir.
De los pilares básicos analizados, se desprenden valores específicos
tales como el amor al trabajo, a su patria, a la familia, la honestidad, la
solidaridad y cooperación, la justicia social y la disciplina, la
responsabilidad ante el futuro y la necesidad de participación consciente en
los destinos del país. ¿Cómo lo puede lograr el maestro?
Sería interesante analizar la Carta del Maestro Latinoamericano
elaborada en el Seminario Regional de la UNESCO (Compilación editorial 1995)
donde se señalan sus condiciones y obligaciones fundamentales que nos ayudan a
valorar su papel en nuestro contexto:
·
En lo ético: trabajar para que los más altos valores morales
iluminen y dirijan la conciencia y conducta integral de los individuos, hasta
elevarlos a la categoría de personalidades responsables.
·
En lo científico: trasmitir los elementos básicos de la
ciencia y despertar la inquietud por ampliar el conocimiento.
·
En lo estético: estimular en las nuevas generaciones la
expresión artística y capacitarlas para apreciar las bellezas de la naturaleza
y las obras de arte, que deben considerarse como medios de elevación y
dignificación humanas
·
En lo filosófico: integrar la formación profesional con una
concepción del mundo y del hombre inserta en la realidad histórica, de modo que
luego pueda trasmitirla en la escuela.
·
En lo social: el maestro debe convertirse en agente
estructurador y perfeccionador de la democracia, a fin de contribuir
eficazmente a la rectificación de las injusticias sociales y señalar normas de
más justa convivencia.
·
En lo económico: enseñar el aprovechamiento inteligente de
los recursos naturales de su propio país y de los medios de transformación en
beneficio de todos los pueblos.
·
En lo cívico: hacer de sus discípulos ciudadanos que sepan
cumplir sus deberes y hacer uso correcto de sus derechos, como miembros de un
estado americano que, por sobre todo, debe garantizar las libertades del hombre
y fomentar la cooperación internacional.
El siglo XXI demanda a la educación un desarrollo individual y colectivo superior en lo cual el maestro
tiene un papel decisivo puesto que no sólo debe proporcionar los conocimientos
necesarios al individuo, sino la forma de lograrlos para toda la vida.
Las consideraciones realizadas nos permiten aseverar que el trabajo
creador del maestro es imprescindible
ante las demandas del nuevo siglo en lo que respecta a la preparación de sus
estudiantes. Además hay que tener en cuenta
la fuerte relación que debe existir no sólo entre maestros y alumnos,
sino entre los maestros entre sí y sus directivos, con la familia y la
comunidad. A ello colabora la adecuada preparación del maestro. La calidad de
su trabajo y su propia autoproyección garantizan el éxito. Ese proceso de
autorreflexión permanente a partir de los pilares planteados a la educación en
este nuevo milenio es el mejor tamiz para determinar que estamos cada uno en
presencia del maestro necesario en el nuevo siglo.
Los pilares declarados de la educación hacia el siglo XXI demandan
nuevos desafíos a la labor creadora del maestro, pues en su persona, la
educación debe lograr “enseñar la diversidad” y aprender a tomar las medidas
necesarias para favorecer permanentemente el desarrollo humano. Debe contribuir
al desarrollo de cada persona, de su cuerpo y mente, de su espiritualidad.