La rebelión senderista de los 80-90, no iba dirigida solamente contra los gobiernos de turno y las Fuerzas Armadas, sino contra el Estado liberal al que consideraba una hipocresía. Su primer acto militar fue la destrucción de las actas de sufragio en Chuschi, y en los siguientes años su consigna favorita fue “no votar” y la crítica más ácida a sus rivales de la izquierda, era que detrás de cada uno de ellos latía un potencial candidato al Congreso. Yo mismo recibí una de esas andanadas durante un debate con “El Diario”, que ha quedado consignada en mi libro de 1989: “Guerra e Ideología” (Debate con Sendero Luminoso).
Otro ángulo del mismo asunto era el papel de los organismos de fachada o “generados”, que agrupaban familiares de los presos, abogados, artistas, etc., que en el proceso de la guerra recibieron la orden de militarizarse y participar en acciones como una famosa asonada en la Plaza Manco Cápac que concluyó en un tiroteo y en la muerte de varios familiares de los presos senderistas. El Sendero en guerra buscaba que el Estado se “desenmascarara “, como una dictadura brutal que según decían era su esencia. Por eso es que se puede decir que ellos engendraron a Fujimori, que justificó sus rasgos más aberrantes: golpe de Estado, leyes de excepción (que no encajan en la legislación de derechos humanos), la intervención del Poder Judicial (que incluía las leyes ad hoc para torcer los fallos, como la que se pretende ahora para orientar al JNE), el grupo Colina, el fusilamiento de rendidos, etc.
La verdad histórica es que la dictadura nacida de la subversión, fue la encargada de derrotarla, por lo menos en su aspecto esencial: captura de sus dirigentes y fin de la ofensiva militar contra el Estado. Y el fujimorismo hizo de esta victoria, que también era contra la democracia liberal, un programa político que se resume en el concepto de que la democracia actual no es boba, es decir no es de puertas abiertas; ni los derechos son iguales para todos porque pueden ser aprovechados por el enemigo; que los “cobardes”, “débiles” y “caviares”, son aquellos que dudan en la guerra, etc. Durante casi veinte años que van desde la captura de Guzmán hasta el presente el fujimorismo ha vivido de hacer creer que son el partido del “antiterrorismo”, para lo cual han necesitado que el “terrorismo” siga existiendo, aunque sea de la forma de personas salen en libertad porque cumplen su condena, expresidiarios que viajan al extranjero o se mudan de casa y senderistas y emerretistas que intentan hacer política en espacio legales.
En este punto, como en otros, además, los seguidores del chino le ponen el discurso al resto. Como nadie quiere que le caiga el estigma de blandura frente a Sendero, todos reclaman la primera fila para “enfrentar al terror”, que en este caso consiste en negarle la inscripción al MOVADEF que se quiere infiltrar en la democracia para destruirla por dentro. Pero leo y releo a los liberales que no quieren ser bobos y extraño la inteligencia que pueden tener otros temas. Algunas preguntas sencillas para ellos: ¿no creen que Sendero está admitiendo el fracaso y derrota de su estrategia de lucha armada y destrucción de la democracia liberal, al empezar a jugar en sus reglas?, ¿no hay quién pueda evidenciar el viraje que esto representa?; ¿la democracia no boba tiene o no recursos propios para controlar a los actores que forman parte de ella y sancionar a los que quieran dañarla “desde dentro”?, ¿no está sometiéndose a esas sanciones el que pide participar en ellas?; ¿adónde irá el MOVADEF y los 380 mil que le dieron las firmas, si no tienen espacio en el sistema?, ¿desaparecerán?, ¿harán campaña como proscritos, capitalizarán la enorme cantidad de decepcionados que está produciendo el gobierno de Ollanta Humala?; ¿dónde se da la lucha ideológica contra ellos?.
15.01.12